martes, mayo 30

Bonsái


Géminis habías de ser, era inevitable que te dibujaras de dos maneras, por dos trazos, paralelos y entramados, vaya paradoja en la que navegas, y mejor aun, que sorteas como la experta que eres, sin caer en ningún extremo del abismo, sin olvidar tocar cada cumbre del mar. En tu seno coexiste la ternura al lado del coraje, el sutil afecto recostado junto al febril desgarro, calma y tormenta. Me sorprende más aun, que no se mezcle en tu interior, que todo se halle tan limpiamente delimitado, tan claramente discernido. Aun cuando las proporciones varíen con las circunstancias, y estas a su vez con el tiempo, pareces nunca perder el límite, la demarcación de cada terreno, acabas siempre replegándote en la equidad, en tu paridad, que es disparidad, convergencia de los contrarios en una tensión irresoluta pero indisoluble. Que vericuetos tan intrigantes surgen en el intento de explicar tu naturaleza astral. Más sencillo decir que el misterio que escondes ahí en tu cuerpo, misterio muy misterioso, que nadie sabe, es lo que me atrae, lo que me deja admirándote con perplejidad, tan pasmado que sólo en tu ausencia soy capaz de articular palabras de halago, incluso de intentar explicar tu misterio.
20 pasitos, veinte granitos cayeron de la clepsidra, y ni aun pasando una veintena más lograría comprender que guardas ahí tras tu estrella, ni de donde mana tu brillo, ni por donde comienza tu sombra, ya menos será que querré saber de tu ocaso, siendo como eres, tanto resplandor. Empero, hoy simplemente quiero felicitarte, por haber llegado hasta ésta rama, por haber trepado hasta aquí con tanta valentía, y con tanta decisión, con la voluntad que te caracteriza, felicidades pues, hartas que sean la futuras felicidades. Que la alegría hoy, y recuerde que siempre es hoy, insufle todas las venas, desde la más alta hoja hasta la más recóndita raíz, del bonsái celeste en que habitas, que tu mundo etéreo sea plagado de verdor.
¡Júbilo pues, que hay que festejar para usted!

sábado, mayo 27

Decisión

Por fin un día se decidió, pues como dice el gran Augusto, es sólo cuestión de decidirse. Ya decidido, abandonó todo, ya luego en la senectud tendría tiempo de mirar lo anterior con nostalgia, por ahora no. Ni se despidió, ni mostró interés de regresar, no había nada allá. Por lo que, hoy, no hay nada que contar.

lunes, mayo 15

¡Madres!


El día amaneció tarde, pues amaneció antes en mis sueños, en esos sueños donde ya la tensión irresoluta que cargo dentro se había proyectado, como siempre en metáfora, pero bella metáfora onírica. Leí un poco, luego de andar vagando un rato por este lar, éste mi hogar electrónico, que como todo hogar, también me reclama. Sin embargo, aquí no me sacio como en los brazos de ella, pero, con la pena, hoy no será el centro del escrito, a lo más pasará a ser la conclusión de él, afortunadamente. Decía que leí un poco sobre los problemas que tiene la filosofía analítica del lenguaje, problemas que no son más que el intento de sostener un sistema a todas luces insostenible, pero ya morirán los analíticos a su tiempo, tanto los juicios como los filósofos. Regresé a casa a comer, más no sabía cuál sería el postre, ahora que sólo quedan migajas en el plato e indigestión en mis entrañas creo conocerlo, pero no será sino hasta que lo excrete, que me vuelva a sorprender, por desconocerlo siempre, pese a asimilarlo.

Ya lo venía presintiendo, pero suelo especular de más. El problema pudo empezar jalando cualquier hilo de la madeja, no es relevante la descripción exacta de la riña. Son importantes, por otro lado, los personajes: mi madre y éste su gazapo. La educación no consiste sino en represión, es lo poco que conozco y creo de Freud. Así y No, máximas de la educación, cuando menos de la reinante.

Confesémoslo abiertamente, tengo un conflicto irresuelto con mi madre, quiero creer que todos lo tenemos o lo tuvimos, y sí se puedo haber tenido, es que se puede superar, es decir, negar y recuperar para el espíritu como una de sus partes, como memoria inerte pero fúndante. A más, cabe resaltar que hablo genéricamente, es decir, desde mi genero, desde que, para bien y para mal, soy hombre, no sólo humano, sino como dirían los biólogos, y sólo a ellos selos permitía decir seriamente, desde este horizonte que me toca por ser un macho de la especie. [El conflicto femenino ya lo dilucidara una fémina]

Lo sé, todo análisis propio de uno mismo será tendencioso, y estará inmerso en la misma mierda que trata de explicar, pese a ello me arriesgaré, como lo he hecho en privado. Por cierto, dispénsenme todos aquellos que conocen más de psicoanálisis, seguramente esto les parecerá más que una sarta de barbaridades, aunque a veces hay cierto mérito en ser bárbaro.

Estoy castrado, esto es, imposibilitado para allanar el mundo con mi deseo. Represión, ya se dijo, cultura a fin de cuentas. Según especulo, debe haber un momento donde tal castración se remueva, no del todo, pero sí en ciertos sentidos.

¿Cómo disolver la figura autoritaria, castrante, de la madre? ¿Cómo superar ese miedo tan en el fondo inculcado, sembrado y regado año con año? Es claro, que esta pregunta supone una figura ya de por sí castradora. Mi madre es ésta figura, en esencia, la que niega el deseo propio, y lo subsume al ajeno, al ideal, es decir, uno siempre se hallará acurrucado en el regazo de la madre, en tanto nuestra existencia, ontológicamente hablando, dependa de ella. Uno se supedita a su mando, y no hay cómo discutir tal mientras se le deba algo, a menos que se le niegue como persona y se cosifique (camino que no elegiré, por supuesto, no conscientemente.) ¿Queda otro camino? Es lo que indagamos.

Nuestra posición de críos, es la de la servidumbre, pero una servidumbre que debe ser en ultima instancia instruida para dejar de serlo. El esclavo no tiene ésta ultima instancia, el esclavo es una cosa y punto. El niño es un futuro hombre.

Para no dar más vueltas, mi parecer: la superación de tal subordinación se alcanza al dejar de depender de la madre. ¿Qué es ese dejar de depender? Arrojarse sólo al mundo, al mundo propio, en primer lugar. He aquí la primera valla que no he podido transgredir, sigo aquí en su mundo, entre sus reglas. Solución: cosificar al legislador, volverlo palabra muerta y violar su mundo, sólo para reconocerse a uno mismo en tal destrucción. Es el camino de le rebelión, que para todo púber es sumamente plausible.

El grito es: ¡Chingá, soy tanto como tú! Mi deseo vale tanto como el de cualquiera. Pero para ello hay que demostrárselo antes al mundo, uno no va a cobrar un cheque sin antes tener un aval. Aunque aquí también hay que salvarse del camino del asesinato, matar al amo nos dejaría absurdamente libres. El punto es volvernos iguales, defender nuestro deseo, mostrar nuestra apetencia y no avergonzarnos por ella.

Al obedecer, siempre es más tranquilo imaginar hacerlo por exceso de voluntad que por falta de ella. Hacer lo que se desea, porque se desea. El verdugo perdona al condenado porque la fuerza le sobra. El condenado es un muerto en vida que debe tal gracia al verdugo, y ahora su vida depende de él, cuando menos hasta que ambos sean verdugos, y firmen la paz, entonces será que se cuiden mutuamente las espaldas, hay quien ve conmigo aquí el meollo de la amistad. Quiero que me cuide las espaldas, no quiero depender de ella. Mas los padres nunca son nuestros amigos, no de principio, quizá lo serán.

Tu sabes lo que haces, creo que quiero oír eso, trato siempre de decírselo a quien aprecio. Un poco de confianza gratuita, de esa que no pide respuesta alguna, no quiero que confíen en mi sólo por lo que hago, por lo que hice, sino que llanamente confíen. Me he desviado un poco.

Veamos un poco más ampliamente, la supervivencia en una urbe, es sinónimo de dinero. Dime cuanto tienes y te diré cuanto vives.

Pero uno que todo lo pide prestado, que todo lo recoge con vergunaza de los ahorros familiares, debe agachar la cabeza y asentir. Después de un tiempo, de ser un zángano consciente de su dependencia, de su fútil existencia larvaria, se genera un sentimiento de culpa, en general suficiente para hacer mover a cualquiera a buscar una compensación para con la reina, para decirle que cuando menos un obsequio recibirá de mi existencia inútil. Uno que es tardo y perezoso, que apenas si ha aprendido a mamar con decencia, no recibirá más que reproches de la colonia entera, incluida la matriarca, que conoce que su palabra es azote. No me queda más que ser indiferente a los gritos, creándome un mundo aparte, o negarme en absoluto a responder. Par de alternativas que bien pueden fundarse en la mera pereza, o peor aun, en un egoísmo barato.

Sólo el trabajo me reconciliará conmigo, me dará valor ante mi madre, aunque para entonces ya no necesite valer para ella. Pero el pinche mundo laboral enajena. He aquí una justificación para mi pereza, para mi renuencia a trabajar, justificación vana, pues la pereza no la requiere. No todo trabajo enajena, escribir por ejemplo, es gratificante, y en mis letras me reconozco, aunque a veces tiendo a matar en ellas, ésta sublimación de la violencia y el deseo, me resulta saludable.

No moriré fácilmente, estoy convencido de que me venderé al más cercano postor a cambio de conservar mi vida, soy un esclavo de la vida, y así es que ahora me siento esclavo de mi madre. ¿Tendré que renunciar a mi vida para superar todo esto? Necesito trascenderme, al igual que necesito un motivo para saltar la barda, posiblemente únicamente el absurdo me elevará.

Empiezo a ver cierta luz en las palabras de mi hermana [dejando fuera toda metáfora iluminista], con suerte existe una manera de educar que no sea castrativa, que no sea negativa y del todo represiva, esto cobra más peso aun cuando por hoy coincide sobre la otra frase que me ha atormentado últimamente, somos coopartícipes de la verdad y la justicia. Quisiera suponer que hay otros modos, aunque nunca se sabe a donde puedan llevar. Una vez dentro de éste juego, de ésta dinámica, no me queda sino jugar, hay maneras, pero del tablero es difícil escapar, al menos del más marcado.

No puedo resolverlo, no hoy. pero apuntalar el problema me parece ya bastante, mas cuando de aquí manan muchas de las relaciones que mantengo. Como se dijo, en la conclusión hablaría de ella. Podría hablar de todas ellas, pero para ellas sólo tengo que pedirles me disculpen por el daño hecho, por intentar quebrarlas.

El punto es que tú no estás intentando castrarme, no tratas de reprimirme, no tengo porque temer de ti, guardas mis espaldas, y no buscas asfixiarme. En el fondo, imagino, o postulo, que sólo intentas recrearme [en sentido amplio], así como lo hago contigo. Nos recreamos, nos adoramos al vernos reflejados entre nuestros ojos. Dejaré pues de intentar ganar una lucha, que de principio ni es lucha, y es sólo juego de cachorros. Gazapo con gazapo hay que protegernos.

¿De una dependencia a otra? No quiero, mantengamos distancias, sigamos comiendo por separado.

domingo, mayo 7

Rojizo 4


Hace ya mucho rato que no viajábamos en pesero, no al menos juntos. Ambos concordamos en ello. Que curioso, el camino nos llevo a cruzarnos de nuevo, cuando menos en un pesero, como se acaba de decir. Apenas trato de decirle algo, de escribirle una líneas, y únicamente comienzo el intento de revivir toda la tormenta, y dicen por ahí, que tal cosa no es sana. Pero de los muertos ya se habló en otro lado, no es aquí lugar para repetírselo a usted, a usted que sobre todo es vida. ¿Habrá que narrar toda la historia? Lo dudo. Parece que siempre quiero contar la historia, aun peor, parece que requiero de la historia para mantener lo que con usted tengo. Cómo si tuviera que contarme el mismo cuento cada noche, para dormir soñando en usted. El pasado es lo que nos mantiene, lo que aun, pese a los desiertos, nos reúne. Me estremece percatarme de ésta dependencia al pasado. ¿Es que nos hemos vuelto fantasmas? ¿Somos espectros condenados a recolectar las migajas de vida, de aquel festín que nunca compartimos? ¿No queda más que saciar, ésta hambre inmaterial, con aquellos restos cadavéricos? Resulta horrenda ésta conclusión, no queda más que rehuir.
No somos historia. Aún podemos pintar juntos el mural, ese que bosquejamos bajo la Luna, cuando nuestras historias se develaron una a la otra. Dígame usted, dígame alguna palabra de esperanza, que el silencio reina hace ya más de un año. Pero véalo bien, esa esperanza no hace más que sumirnos en el pasado, en ese oscuro abismo que nos profetiza el puente que nunca llegará. Está perdido de ante mano, no hay juego que jugar. No obstante, seguimos insistiendo en imaginar el tablero, y proyectar jugadas. Nuestro juego, mero vapor de hadas. ¿Te gustan las hadas?
Quisiera escribir algo alentador, algo que nos reúna como aquel pesero, pero mientras más observo, sólo veo hundirse a la oscuridad en el abismo que entre nosotros plaga la distancia y el cambio. Sólo me restaría lanzar fuegos artificiales. decirle que el futuro aun nos aguarda, lleno de bienaventuranza, lleno de gusto y placer. Sólo serían fuegos de artificio, exaltarían nuestras pasiones, pero nomás. Sin embargo, ya se dijo, que todo está jodídamente perdido. Si no queda más. ¿Por qué no estallar? Soñemos, que el opio es bueno, y tú eres aun mejor, mi ilusión, exquisita en tu carmín. Anhelada como nunca, dueña de este obtuso deseo que se retuerce de agonía, y se niega a morir. Diosa en loto de mis sueños, de labios intactos, intactos de los míos. Llama ardiente, que nuca morirá, que tiñe de rojo mi espectro, que lo incendia, aunque jamás lo consume.

lunes, mayo 1

Trípode

Tres libres leonas rugían fuerte en la sabana. Es cierto, las leonas no suelen rugir, pero eso no implica que no lo hagan sólo por contradecir a los sapientísimos zoólogos. Rugían pues, justo antes de buscar una suculenta yugular que morder. No imagino, no con gran precisión, que sentirá su presa al momento de enterrarle el colmillo. La victima debe andar vacilante justo en el filo, entre la agonía y el éxtasis, no menos estarán en el mismo camino su tríada de victimarias. Saboreando carne de su carne. Perdiendo sangre de su sangre. Es sólo la tierra devorando la tierra. Gea jugando al amor. Luego de tan sutil instante , un vacío, preludio a la descuartización. Tres hocicos de leonas atestados de carne, no rugirán más, no por un tiempo, preferirán roncar. Un juego llamado vivir para matar.
Ha sucedido de nuevo, que mi muerte es todo un reto, o que es cosa tan sencilla, que o bien hay enorme esfuerzo en eliminarme, o bien soy campo de prueba para legos, y hasta la más mínima bacteria atenta contra mí. Cuando la vanidad me domina me creo un desafío para toda infección, imagino que toda colonia bacteriana se ensaña conmigo para ver si siendo más me vuelven menos. Mas cuando recobro un poco la vulgaridad, he de confesar que hasta un nimio parásito podría acabar con mi vida, con este mal cuidado armatoste biológico. ¡No se esfuercen tanto! Les pito y les repito. Caso, no me hacen. Últimamente han cambiado de estrategia, pero persisten en ella, han centrado su base en mis amígdalas, esa parte tan central y tan olvidada. Tres ofensivas ya que realizan. Por hoy, aun no ganan, mas pronto, prontísimo ni como defenderme, pues ha matado mis defensas, ahora sólo quedan fantoches tras trincheras.
Bacterias y leonas, yugulares abiertas