martes, abril 25

Monocromático

Monocromatico

Dormir entre tus brazos es llano, pero no mal entiendas, es cómodo, sumamente agradable y reconfortante. Lo llano es sólo desaparecer al ritmo de tu respiración en mi cuello, junto con los súbitos sobresaltos que el subconsciente nos propina al rendirnos al sueño. Es completa tranquilidad la llanura de mi dormitar entre tus abrazos. Mejor aun cuando ambos dormimos entrelazados, como una par de enredaderas que parecen fundirse en tramas y que confunden sus sueños. La simpleza del momento, la soltura con la que nos desvanecemos, sublime ascenso etéreo, al vacío del tiempo.

viernes, abril 14

Warhoholism

Jelly


Hoy hice gelatina. Me agradan las gelatinas, me agrada su pulcra transparencia y enigmática artificiosidad. Mañana [un día perdido y sin relevancia] (como ven, no queda nada que decir sobre mañana.) En ese momento decidí hacer gelatina. Ahora existe una temblorosa masa amarillezca, sabor piña artificial, que aguardará hasta mañana en el gélido refrigerador. Quizá no espere, se dice, corrientemente, que las cosas no esperan. Pero, ¿quién no ha dicho alguna vez que su casa le espera? Concluimos: la gelatina me aguarda.
Recapitulando por un momento sobre mi situación. Si las cosas esperan, entonces existen muchas cosas que me esperan: la gelatina, el sillón, un libro Louis Stevenson, quizás hasta una vida ajena, que me he apropiado con el tiempo. Seguramente no me aguardan al filo de su asiento, ni con preocupación alguna por mi retraso, ya menos me exigirán una explicación por descuidarles. ¡Lo lamento! ¡Había mucho trafico! ¡Es que murió la mascota! Sinceramente, me levante tarde. Cuando menos me salvo de tanto pretexto, aunque nunca sobra practicar. Con suerte el espejo sí desespera por mi tardanza, pues su existir depende de la mirada, afortunadamente tenemos una relación reciproca.
Frente a un corpúsculo de agua reprimida entre pequeñas celdas de colágeno desnaturalizado, constituido de un 80% de agua, es difícil trazar una diferencia entre nosotros, los humanos y las gelatinas. ¿Cómo dudar que soy una gelatina? Verdaderamente, no hago más, y pese a objeciones recientes, insistiré en que tampoco hago menos. Respondemos al clima. En épocas cálidas nos tambaleamos, fluimos, nos derretimos entre unos carnosos labios. En el crudo frío, nos volvemos duros, reposamos inmóviles, nos comprimimos, seguramente para conservar un poco el calor.
Parece que ya he dedicado demasiado tiempo a una gelatina, más del que ocuparía en comerla. Ahora que lo veo, la relación entre nosotros, las gelatinas y los humanos [así como también entre humanos y humanos], es una relación trágica, en la mayor parte de los casos. Nuestro mutuo agrado, en el fondo esconde una profunda negación, un persecución de la afirmación del uno a costillas del otro. La gelatina sucumbirá ante mi apetito, ante mi deseo. ¿Y luego de ello? ¿Luego de saciarme por un instante? Rogar por que existan más gelatinas en ésta fiesta. O buscar una gelatina inagotable, o aceptarme gelatina.
Es triste que en McDonald’s todavía no vendan gelatinas.