lunes, mayo 15

¡Madres!


El día amaneció tarde, pues amaneció antes en mis sueños, en esos sueños donde ya la tensión irresoluta que cargo dentro se había proyectado, como siempre en metáfora, pero bella metáfora onírica. Leí un poco, luego de andar vagando un rato por este lar, éste mi hogar electrónico, que como todo hogar, también me reclama. Sin embargo, aquí no me sacio como en los brazos de ella, pero, con la pena, hoy no será el centro del escrito, a lo más pasará a ser la conclusión de él, afortunadamente. Decía que leí un poco sobre los problemas que tiene la filosofía analítica del lenguaje, problemas que no son más que el intento de sostener un sistema a todas luces insostenible, pero ya morirán los analíticos a su tiempo, tanto los juicios como los filósofos. Regresé a casa a comer, más no sabía cuál sería el postre, ahora que sólo quedan migajas en el plato e indigestión en mis entrañas creo conocerlo, pero no será sino hasta que lo excrete, que me vuelva a sorprender, por desconocerlo siempre, pese a asimilarlo.

Ya lo venía presintiendo, pero suelo especular de más. El problema pudo empezar jalando cualquier hilo de la madeja, no es relevante la descripción exacta de la riña. Son importantes, por otro lado, los personajes: mi madre y éste su gazapo. La educación no consiste sino en represión, es lo poco que conozco y creo de Freud. Así y No, máximas de la educación, cuando menos de la reinante.

Confesémoslo abiertamente, tengo un conflicto irresuelto con mi madre, quiero creer que todos lo tenemos o lo tuvimos, y sí se puedo haber tenido, es que se puede superar, es decir, negar y recuperar para el espíritu como una de sus partes, como memoria inerte pero fúndante. A más, cabe resaltar que hablo genéricamente, es decir, desde mi genero, desde que, para bien y para mal, soy hombre, no sólo humano, sino como dirían los biólogos, y sólo a ellos selos permitía decir seriamente, desde este horizonte que me toca por ser un macho de la especie. [El conflicto femenino ya lo dilucidara una fémina]

Lo sé, todo análisis propio de uno mismo será tendencioso, y estará inmerso en la misma mierda que trata de explicar, pese a ello me arriesgaré, como lo he hecho en privado. Por cierto, dispénsenme todos aquellos que conocen más de psicoanálisis, seguramente esto les parecerá más que una sarta de barbaridades, aunque a veces hay cierto mérito en ser bárbaro.

Estoy castrado, esto es, imposibilitado para allanar el mundo con mi deseo. Represión, ya se dijo, cultura a fin de cuentas. Según especulo, debe haber un momento donde tal castración se remueva, no del todo, pero sí en ciertos sentidos.

¿Cómo disolver la figura autoritaria, castrante, de la madre? ¿Cómo superar ese miedo tan en el fondo inculcado, sembrado y regado año con año? Es claro, que esta pregunta supone una figura ya de por sí castradora. Mi madre es ésta figura, en esencia, la que niega el deseo propio, y lo subsume al ajeno, al ideal, es decir, uno siempre se hallará acurrucado en el regazo de la madre, en tanto nuestra existencia, ontológicamente hablando, dependa de ella. Uno se supedita a su mando, y no hay cómo discutir tal mientras se le deba algo, a menos que se le niegue como persona y se cosifique (camino que no elegiré, por supuesto, no conscientemente.) ¿Queda otro camino? Es lo que indagamos.

Nuestra posición de críos, es la de la servidumbre, pero una servidumbre que debe ser en ultima instancia instruida para dejar de serlo. El esclavo no tiene ésta ultima instancia, el esclavo es una cosa y punto. El niño es un futuro hombre.

Para no dar más vueltas, mi parecer: la superación de tal subordinación se alcanza al dejar de depender de la madre. ¿Qué es ese dejar de depender? Arrojarse sólo al mundo, al mundo propio, en primer lugar. He aquí la primera valla que no he podido transgredir, sigo aquí en su mundo, entre sus reglas. Solución: cosificar al legislador, volverlo palabra muerta y violar su mundo, sólo para reconocerse a uno mismo en tal destrucción. Es el camino de le rebelión, que para todo púber es sumamente plausible.

El grito es: ¡Chingá, soy tanto como tú! Mi deseo vale tanto como el de cualquiera. Pero para ello hay que demostrárselo antes al mundo, uno no va a cobrar un cheque sin antes tener un aval. Aunque aquí también hay que salvarse del camino del asesinato, matar al amo nos dejaría absurdamente libres. El punto es volvernos iguales, defender nuestro deseo, mostrar nuestra apetencia y no avergonzarnos por ella.

Al obedecer, siempre es más tranquilo imaginar hacerlo por exceso de voluntad que por falta de ella. Hacer lo que se desea, porque se desea. El verdugo perdona al condenado porque la fuerza le sobra. El condenado es un muerto en vida que debe tal gracia al verdugo, y ahora su vida depende de él, cuando menos hasta que ambos sean verdugos, y firmen la paz, entonces será que se cuiden mutuamente las espaldas, hay quien ve conmigo aquí el meollo de la amistad. Quiero que me cuide las espaldas, no quiero depender de ella. Mas los padres nunca son nuestros amigos, no de principio, quizá lo serán.

Tu sabes lo que haces, creo que quiero oír eso, trato siempre de decírselo a quien aprecio. Un poco de confianza gratuita, de esa que no pide respuesta alguna, no quiero que confíen en mi sólo por lo que hago, por lo que hice, sino que llanamente confíen. Me he desviado un poco.

Veamos un poco más ampliamente, la supervivencia en una urbe, es sinónimo de dinero. Dime cuanto tienes y te diré cuanto vives.

Pero uno que todo lo pide prestado, que todo lo recoge con vergunaza de los ahorros familiares, debe agachar la cabeza y asentir. Después de un tiempo, de ser un zángano consciente de su dependencia, de su fútil existencia larvaria, se genera un sentimiento de culpa, en general suficiente para hacer mover a cualquiera a buscar una compensación para con la reina, para decirle que cuando menos un obsequio recibirá de mi existencia inútil. Uno que es tardo y perezoso, que apenas si ha aprendido a mamar con decencia, no recibirá más que reproches de la colonia entera, incluida la matriarca, que conoce que su palabra es azote. No me queda más que ser indiferente a los gritos, creándome un mundo aparte, o negarme en absoluto a responder. Par de alternativas que bien pueden fundarse en la mera pereza, o peor aun, en un egoísmo barato.

Sólo el trabajo me reconciliará conmigo, me dará valor ante mi madre, aunque para entonces ya no necesite valer para ella. Pero el pinche mundo laboral enajena. He aquí una justificación para mi pereza, para mi renuencia a trabajar, justificación vana, pues la pereza no la requiere. No todo trabajo enajena, escribir por ejemplo, es gratificante, y en mis letras me reconozco, aunque a veces tiendo a matar en ellas, ésta sublimación de la violencia y el deseo, me resulta saludable.

No moriré fácilmente, estoy convencido de que me venderé al más cercano postor a cambio de conservar mi vida, soy un esclavo de la vida, y así es que ahora me siento esclavo de mi madre. ¿Tendré que renunciar a mi vida para superar todo esto? Necesito trascenderme, al igual que necesito un motivo para saltar la barda, posiblemente únicamente el absurdo me elevará.

Empiezo a ver cierta luz en las palabras de mi hermana [dejando fuera toda metáfora iluminista], con suerte existe una manera de educar que no sea castrativa, que no sea negativa y del todo represiva, esto cobra más peso aun cuando por hoy coincide sobre la otra frase que me ha atormentado últimamente, somos coopartícipes de la verdad y la justicia. Quisiera suponer que hay otros modos, aunque nunca se sabe a donde puedan llevar. Una vez dentro de éste juego, de ésta dinámica, no me queda sino jugar, hay maneras, pero del tablero es difícil escapar, al menos del más marcado.

No puedo resolverlo, no hoy. pero apuntalar el problema me parece ya bastante, mas cuando de aquí manan muchas de las relaciones que mantengo. Como se dijo, en la conclusión hablaría de ella. Podría hablar de todas ellas, pero para ellas sólo tengo que pedirles me disculpen por el daño hecho, por intentar quebrarlas.

El punto es que tú no estás intentando castrarme, no tratas de reprimirme, no tengo porque temer de ti, guardas mis espaldas, y no buscas asfixiarme. En el fondo, imagino, o postulo, que sólo intentas recrearme [en sentido amplio], así como lo hago contigo. Nos recreamos, nos adoramos al vernos reflejados entre nuestros ojos. Dejaré pues de intentar ganar una lucha, que de principio ni es lucha, y es sólo juego de cachorros. Gazapo con gazapo hay que protegernos.

¿De una dependencia a otra? No quiero, mantengamos distancias, sigamos comiendo por separado.

2 Comentarios:

Blogger SoulRush escribió:

me tarde un rato en leer esto... pero he llegado a una conclusion... si las madres dejaran de querer controlarlo todo... dejarian de ser madres...

acaso no pueden dejar ir... es como tener una amante celosa hasta mas no poder... pero bueno esto desde el punto de vista de gus... que tal vez algun dia expondra sus quejas familiares... saludos

lunes, mayo 29, 2006 12:31:00 p.m.  
Blogger Greis escribió:

en mi caso es al reves..
me han mentado la madre, me han dicho cosas feas, pero nada me ha dado tanto coraje como: "chocas" tanto con tu padre, porque en el fondo son igualitos..
ayy dolor!!

sábado, junio 03, 2006 4:15:00 p.m.  

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