jueves, octubre 26

Oh’Clock!



Hace horas que son las once con treinta minutos, seguro que aquel reloj, luego de una concienzuda meditación, llegó a la conclusión de que el tiempo es relativo, cuando menos en lo que concierne a su cuantificación, la luz llegó hace tiempo a tal conclusión, mas no pasó nada, hasta que el reloj dedujo el siguiente corolario: que si el tiempo era relativo a su cuantificación, mientras continuara contándolo se irían acumulando sobre sus engranes los segundos, los días, los años, siglos enteros que terminarían por volverlo obsoleto. Fue entonces que se detuvo. Me parece, más bien, que sólo fue para molestar a la presumida luz, pues sin nadie que cronometre su velocidad la arrogancia se le va hasta los suelos.
Dígame usted pues, si hoy es martes, según me ha rumorado el calendario, que de igual manera podría solamente estar burlándose de mí. ¿Cuántas horas de retraso lleva mi reloj? ¿Cuántas carcajadas ha soltado ante el enfurecido arrebato de la luz que corre y corre pero de la que ya nadie conoce su velocidad? Ha de reír por dentro, por más que le acerco la oreja no escucho ni su respiración.
Ambos enmudecimos ésta noche, mera casualidad, no hubo acuerdo previo, ni conflicto que nos llevara a tal situación, si bien cualquier otra noche no hubiéramos charlado mucho, cuando menos nos daríamos las buenas noches, cosa que el silencio nos impedirá hoy, seguramente mañana tampoco me dará los buenos días el infame.
Aun son las once con treinta minutos, poco menos, pues observando con detenimiento, la manecilla más larga se halla apunto de rascar la cabecita del seis, creo que habría sido muy incomodo para ambos que se quedara allí justo aplastando el peinado de numero tan bonito.
Las ampollas de mis manos han crecido aunque el tiempo no ha trascurrido. Mi garganta se encuentra congestionada por una espesa mucosidad de extraña procedencia, cuyo único y sabio fin es el de impedirme proferir palabra alguna, con todo, intento hablar en el armonioso lenguaje de las perpetuas once treinta. Las ampollas me brotan de todas partes cuando la fiebre me sobreviene, la fiebre me sobreviene cuando mis amígdalas son tomadas por algunos simpatizantes del Sindicato de Bacterias y Bacilos, que exigen reconocimiento constante por sus arduas tareas realizadas en medio del inmundo intestino grueso, y algunas otras partes menos innobles.
Te recuerdo ahora, ahora que todos los recuerdos se han embotellado en un instante tan prolongado, pero ninguna prisa me apura, ningún deseo arde tan fuerte como para provocarme un mínimo de locura. Ya cuando el tiempo vuelva a caminar, seguiremos andando neciamente por el diminuto sendero que intentamos compartir.
Hoy sólo quiero reposar, en este compacto lugar que a nadie convido, estancado en la límbica noche que acaece. Después de todo, no se está solo mientras el tiempo no transcurre, lo que mata es el giro de la manecillas, no la soledad misma.
Que suerte siento ahora que son apenas las once, casi casi, con treinta.

domingo, octubre 15

Urna



Allí surgió por primera vez, allí mismo yacerá para la posteridad. Símbolo de una época, luego será fósil, marca de lo que alguna vez fue y se extinguió.

Canhule surgió allá por el año 2000, luego que me decidí a escribir en verso, y dejar por un rato mis tentativas de escribir ciencia ficción. Escribir poesía fue una locura, pero era la única manera en que podía explicarme los cambios que en mi vida sucedieron. Hacía mucho tiempo que no leía todos estos versos y algunas prosas, que se hallan contenidos en todos los Canhules, mas creo que fue la nostalgia otoñal la que me ha sugerido, con sus días más cortos, que republicara estos anquilosados escritos, y durante el proceso, los volviese a leer para hacer un poco de memoria sobre lo que hice, lo que creí.

No ha pasado mucho tiempo que reescribí uno de los poemas contenidos en la séptima versión de Canhule, espero les agrade:

Moscas, una nube en rededor
única compañía alada
escuchas de mi monologo
que no hablan mi lengua

Hállome aquí en la podredumbre
entre la basura buscando sustento,
sólo por dejar de creer
navegar dudando del mar

Cuestionar sin pretender más,
ni proponer ni trabajar,
peregrino sobre ésta mierda,
posible dueño de lo despreciado

Sentado, absorto y ensimismado
un famélico alucinando
que creyó haberse liberado,
preso del hambre, inmolado.

Sin aprendiz, pero maestro,
labrador de tierras malas
pepenador de sueños obsoletos
cosechando la muerte que le han sembrado

Espera un ligero milagro,
yacen en él años de silencio,
las moscas cantan su tristeza,
aun no comparte su extraña lengua,
pero pronto estará en sus barrigas.


Antes de despedir ésta despedida, quiero hacer algunas menciones. Primeramente, mil gracias a QNBC por el fervor con el que recibió la noticia del regreso, aunque fuese en condición de cadáver, del ahulado canino, además también por su apoyo en la supervisión de algunas de las ultimas ediciones. A mi Mentora por toda la ayuda y el apoyo, sobretodo en las primeras versiones del Canhule. Al recién casado Vg que tanto apoyó siempre a éste perrito, que tan bien le cayó desde el comienzo. A La Raza, por soportarme la mayor parte del tiempo en que escribí los primeros versos, y a Los Panchos de los cuales también recibí apoyo. Además también agradezco a L'Edgar, a Cibyak y Anadiomene por haber participado en el proyecto. Y gracias a todos los que ayudaron, apoyaron, o cuando menos leyeron al Canhule. Gracias, después de todo, muchas gracias.

Canhule se ha convertido en un horizonte perdido, del que solo quedan las ruinas, las cenizas y el sabor a quemado, de ese mundo en el cual se desenvolvió y en el que pereció también. Aquí descansará, como suspendido en formol, lo que fue alguna vez mi adoración, y ahora sólo es grato recuerdo.

Hasta nunca Canhule.