Homens
¿Qué pasó? preguntó el gerente, y antes que el supervisor pudiera decir palabra alguna, el regordete hombre comenzó a rezar su historia. Habrán sido aproximadamente las tres de la mañana, esperaba, como siempre, el amanecer, desde que era niño le gusta ver amanecer, es la única ventaja que le otorgaba éste turno de madrugada. Cuando, de repente, se detiene un auto, de color azul cielo, justo frente de su bomba, desde el comienzo le llamó la atención, más aun cuando un gran chofer descendió, dio la vuelta por detrás del auto, y abrió la puerta trasera, la que se hallaba, también, justo enfrente de la bomba. Inmediatamente, de sobresaltado, surgió un Jesús del interior raído del auto, con corona de alambre de púas, manto polvoroso y ojos rojos encendidos, caminó hacia la cajuela del auto, se reclinó apoyándose en la defensa del auto, digno Hijo del Hombre, comenzó a vomitar sobre el pavimento.
Llene el tanque por favor, que aun nos queda una eternidad por delante, le dijo el chofer, en tanto destapaba el tanque de gasolina y colocaba la manguera dentro. Apenas estuvo lleno el tanque, Jesús se levantó mirando al cielo, nadie comprendió sus breves palabras, luego volvió a ingresar en el auto. El chofer cerro la puerta, le preguntó al amable hombre de la gasolinera, ¿cuánto le debo?
Nada. Si usted es amigo de Jesús, es amigo mío también, estamos a mano, le contestó el hombre de overol. El chofer estrechó sus mano, abordó el auto, que como bólido pronto desapareció en la arbolada avenida.
¡Ve como este pendejo nos va a llevar a la quiebra si sigue regalando la gasolina a sus conocidos! Exclamaba el supervisor. ¿Cuántas veces ha sucedido esto? Preguntó calmadamente el gerente. ¡Tres! ¡Tres veces! ¡En un mes! seguía vociferando el supervisor. El pobre servidor de gasolina argumentó por ultimo, sí, la vez anterior fue Buda, y antes que él, vino Mahoma.