Capítulo XXIV
La Hora Abstracta.
Y ella, recargando su cabeza sobre mi hombro, suspiró. El paisaje la cautivó, según me dijo después, no podía creer tanta belleza, no supo explicar la soberbia magnificencia de la naturaleza. La verdad, le dije después, ya cuando todo era una nadería del pasado, es simplemente que has confundido la esencia de las cosas con la existencia de éstas. Imaginaste que la belleza estaba allá afuera, pero al buscarla en los bordes de las montañas, en la extensión de los valles, en el efímero paso de las nubes, no encontraste nada, te pareció entonces un misterio, un mostrarse incomprensible de la divinidad. La ficción te atrapó, en tu ceguera, supusiste afuera lo que llevas dentro: la belleza, la bondad, la mentira y cada uno de sus contrarios.
¡Pamplinas!, espetaste, es solo que tú desmiembras todo y no puedes apreciar este tipo de cosas, me reprochaste. Quizá sea cierto, aunque lo más seguro es que rindamos culto a distintos dioses.
1 Comentarios:
muy interesante tu blog. tedejo un beso
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