jueves, julio 12

Capítulo VIII

La Hora de la Ex-Novia

   Ayer soñé contigo (sí, contigo, la del título), durante el día, lleno de prisas y tareas, casi lo olvidé por completo, pero a estas horas, mientras evadía el abrazo de Morfeo, recordé todo por completo (tanto como un sueño tiene de completo), lo pensé solo una vez (he de admitirlo), y quizá mañana (si vuelvo a pensarlo brevemente, igual que hoy) te llame por teléfono.

   -Te llamo porque ayer soñé contigo, permíteme contarte el sueño y luego me dices cómo te ha ido en la sinuosa vida, hace mucho que no te llamo en domingo, ¿tú madre sigue yendo a misa a estas horas? Pues vamos a lo que nos atañe, según recuerdo tu estabas conmigo, digo, éramos novios de nuevo (¿por tercera e imaginaria vez?) Luego de aguardar un rato tu llegada, apareciste bajando presurosamente las escaleras, como de costumbre, nos abrazamos y preguntaste si los había conseguido, sí, claro que sí, dije sonriendo. Abordamos un pesero, que más parecía una guagua cubana, que corría el riesgo de desarmarse durante el camino. Nos sentamos al frente, en primera fila tal como te agrada, pasé mi brazo al rededor de tu cuello, y apoyaste tu cabeza en mi hombro (hasta pude oír a E. Guzmán entonando esta última frase). Te veía, mas no podía comprenderlo, ¿tú y yo, de nuevo juntos? No es que no lo quisiese, lo quería en verdad, besaba tu cabello enamorado de la idea de volver a compartir contigo lo poco que tengo; pero las dudas no cesaban de retumbar en mi sesera, ¿después de todo lo que había hecho y deshecho, osabas volver conmigo? ¡Pero que cobarde e inseguro soy para preguntarme esto! Había que alegrarse y no dejar pasar más dudas al respecto, sólo que ¿ahora sí viviríamos juntos para siempre? ¡Basta de mórbidos cuentos de hadas! ¡Que mueran las hadas! ¡Yo no creo en hadas! (ni pienso aplaudir por ellas).

   Al desembarcar del frágil navío cubano, me contabas que por la mañana habías venido a buscarme, y al no encontrarme por ninguna rendija de la ciudad V, optaste mejor por citarme donde siempre, motivo por el cual habías llegado tarde. ¡Me buscabas! ¡Me querías de veritas, de veritas! ¡Ah, cuanto cariño sentí fluir por ti! ¡Te quiero, te quiero, de veritas!

   Apresuramos el paso, apreté con vehemencia tu mano, íbamos a encontrarnos con unos amigos (amigos míos, no tuyos) que con frecuencia se desesperan pronto y se marchan apenas transcurridos cinco minutos de espera. Llegamos a tiempo, estaban por allá unos cuantos, no todos, Martín, Pancho, ¿dónde estaban los demás?, les habría preguntado, pero la emoción no me lo permitió. Apenas si nos sentamos junto a ellos sobre el agradable pasto, cuando saqué de mi mochila lo que te preocupaba no hubiera conseguido, tres enormes bolsas de dulces, mas precisamente caramelos, sabor mantequilla, menta y chocolate. ¡Tomen, tomen los que gusten, que los traje todos para ustedes! Algo en mí decía que era un día festivo, o de menos, dignísimo para festejar. Admiré tu rostro tornarse todo alegría, posé con veneración mis manos sobre tus mejillas... hace tanto que no te veo, y ahora te persigo en sueños.

   ¿Qué dirías tú a tanta impertinencia?

1 Comentarios:

Blogger Greis escribió:

uffa! lei ese post mientras escuchaba al tri interpretando Cuando tú no estas.. a mi me gustan esos sueños.. que te hacen sentir cosas que en "la vida real" ya no se pueden sentir.. pero que uno quiere sentirlas.. es padre!

sábado, julio 28, 2007 6:33:00 p.m.  

Publicar un comentario

<< Casa